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Foto del escritorEllas a través del cinematógrafo

Shiva (sugar) baby o cómo las expectativas familiares asfixian

Actualizado: 5 jul 2021





Comencemos con un ejercicio de imaginación y memoria: están tu máma, papá, tías, la tía abuela y los amigos de la familia en una reunión familiar; empiezan a lanzar la ya conocida serie de preguntas obligadas: ¿Y el novio? ¿Y tú para cuándo? ¿Estás comiendo bien? ¿Subiste de peso? ¿Bajaste de peso? ¿Cuánto te pagan en ese trabajo? ¿Qué vas a hacer ahora de tu vida?


Bien, no importa si es Navidad, Año Nuevo, los XV de la prima, la boda del tío o un velorio, todes conocemos la tensión que generan estas reuniones familiares y lo muy desesperantes que llegan a ser. Ahora, aumenta esta emoción y estaremos listes para hablar de Shiva Baby, la ópera prima de Emma Seligman.


Shiva Baby (2020) es un coming of age dramedy que representa de forma divertida, incómoda y hasta mordaz, las presiones familiares y el miedo al futuro de Danielle (Rachel Sennott), una chica universitaria, bisexual (primer elemento que celebro porque en pantalla vemos poco a personajes bisexuales trazados con tanta naturalidad) y judía, cuya vida al parecer es un “desorden”.


Ambientada en una una angustiante y claustrofóbica atmósfera moldeada por planos íntimos y música de suspenso, la historia se desarrolla durante un Shiva*, al cual Danielle se ve obligada a asistir después de un encuentro sexual que ha tenido con un hombre aparentemente mayor y evidentemente falso aliado.


Lo primero que hacen su madre narcista, Debbie (Polly Drapper), y su padre distraído, Joel (Fred Melamed), en cuanto llega Danielle al lugar, es darle un discurso planificado de lo que debe decir a la familia sobre su vida personal: que está lista para trabajar en algo serio y no como niñera (a lo que se dedica supuestamente), que ya tiene varias opciones de trabajo, que está estable y cualquier mentira que pueda cumplir con las expectativas familiares para no arruinar la reunión y la imagen familiar.




Sin embargo, no hay forma en la que ella escape de las preguntas, comentarios y cuestionamientos pasivo-agresivos que van surgiendo sobre su físico, orientación y carrera, incluso por parte de su madre y su padre; Danielle estudia “algo relacionado al género” y su papá cree que el feminismo no es exactamente algo para estudiar, por ejemplo. O la mamá que evita de cualquier forma reconocer su identidad sexual ofreciéndola al mejor puesto de trabajo a la menor provocación. O la tía entrometiéndose en su vida sentimental y diciéndole que seguro encontrará un buen hombre y un buen trabajo. Más abrumada no podría estar.


La situación se vuelve cada más incómoda cuando aparece Maya (Molly Gordon), una chica también judía, amiga de la familia y al parecer ex algo de Danielle y orgullo de todes, pues es una chica que estudió una “verdadera” carrera, que tendrá trabajo estable pronto y está lista para el “éxito”, a diferencia de la protagonista, lo cual la vuelve un personaje un tanto antagónico por ser la versión “buena” de Danielle. Aunque aún con eso, no cae bien a los ojos de Debbie, la madre, quien le dice a Danielle que es hora de superar la “etapa de experimentación”.


Por si esto no fuera suficiente, al Shiva se presenta otro amigo de la familia, Max, con quien vemos a Danielle en la primera escena y a quien me referí como falso aliado por su discurso de “buen hombre”: “Me gusta ayudar a las mujeres porque ustedes son el futuro”.- le dice, para después pagarle por sus servicios sexuales y hacer evidente que en realidad es su sugar daddy y que se conocieron por internet porque ese es el oficio verdadero de Danielle.


Con la aparición de Max (quien resulta estar casado y además con un hijo), mientras se va revelando la vida secreta de Danielle, todo se viene abajo; se intensifica la ansiedad, los nervios, la angustia y las pláticas cada vez más tensas. Danielle comienza a evidenciar su incomodidad por el encuentro con Max y se va tornando cada vez más vulnerable pero también más segura de no quedarse callada.


Todos los elementos de está película pensados estratégicamente por la directora: los planos íntimos y cerrados, la música, los diálogos rápidos e incesantes, los ruidos estresantes, las actuaciones, el mismo espacio en el que sucede todo, y esta visión incómoda pero al mismo tiempo emotiva, que nos hace entender lo que está viviendo Danielle en esos momentos, nos hacen querer escapar y gritar con ella desesperadamente pidiendo auxilio y salvación.


Pero aún con estas emociones asfixiantes, encontramos momentos de ternura y de amor incondicional en los que se desborda el cariño, especialmente de la madre que le hace ver a Danielle que ahí está para cuando la necesite. Algo que nos recuerda a esta relación lacerante entre madre e hija que también pudimos ver en Lady Bird (2017) de Greta Gerwig. Y también por parte de Maya que le ofrece su entendimiento y apoyo, y quien al final también deja entrever que está harta de los mandatos y las imposiciones familiares.


Ni el tema del sugar daddy, ni la bisexualidad, ni el cinismo de la religión a la que pertenecen, resultan tan importantes como el tema de la presión social y familiar. Este tipo de películas vienen a recordarnos que podemos salirnos de la norma establecida y que hay unas fuerzas elementales que nos salvan siempre: el amor propio, el amor de les otres, la resistencia y la voluntad de ser quienes queremos ser.


Shiva Baby fue ganadora del Premio de la Crítica en el pasado “Americana Film Fest” de Barcelona y está basada en un cortometraje homónimo de la directora, que también fue protagonizado por Rachel Sennott. Recién se estrenó en la plataforma MUBI (https://mubi.com/es/showing) y es ahí en donde podrás disfrutarla.


* Shiva: shiv’ah, funeral judío.


Por: María Cervantes



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