Desde hace meses la noción de espacio ronda mi mente: el espacio de la educación, el que transformamos para habitar, el intocable, el sólo observable. El espacio de los cambios sociales, el de transformaciones íntimas. El espacio común, el seguro, el propio. Pensar en el espacio no sólo hacia afuera, pensar en cómo influye nuestra manera de vivir cada situación: así como es afuera es adentro.
Este ha sido mi tema de cabecera en últimas semanas, se ha adentrado en mi habitar cotidiano hasta impulsarme a escribir estas líneas. Un cotidiano que se ha vuelto pensar, conceptualizar, fomentar, formar y promover procesos y materiales generados a través de diversas prácticas audiovisuales en diferentes contextos: cine, en su término más vulgar. La vida me ha hecho entender que cuando las cosas se alinean hay que saber mirar y sumar; y después de una noche, donde por primera vez muchas mujeres vinculadas al ámbito audiovisual en Veracruz coincidieron en un espacio virtual, me di cuenta de la importancia de las mujeres en el espacio audiovisual.
En este texto, me gustaría compartir algunas ideas de este camino que estamos construyendo juntas. Primero es necesario mirar el término de “mujeres en el espacio audiovisual” en el amplio sentido, a tal punto que entremos todas aquellas que producimos, gestionamos, escribimos, fomentamos, formamos, promovemos y exhibimos; pero también las que asisten a proyecciones, las que ven y escuchan y pasan la voz, las que se representan y son representadas en los diversos discursos de los distintos formatos y realidades que habitamos.
Entendernos en el espacio audiovisual es entender que es urgente una re-presentación simbólica de nosotras misma. Contarnos en la historia a partir de nosotras. Eliminar o resignificar los símbolos que nos enmarcan y etiquetan y construir nuestras identidades: lo que sí somos. Construir y representar esa multiplicidad de identidades de mujeres presentes y futuras que necesitamos en la humanidad.
Reconstruirnos en el espacio audiovisual, o en el cine, implica posicionar en el mundo real lo que sí somos y no lo que debemos ser: los cuerpos que debemos tener, la forma en la que consumen nuestros cuerpos, la forma en la que nos mira el otro, la otra; y la forma en la que nos entienden deben de ser reescritas en la historia de la imagen. Reconozco que somos parte de un camino largo de pioneras que dejaron huellas en este tránsito, a quienes recordamos y honramos; pero somos nosotras las que estamos aquí ahora para continuar ese andar.
Pensar en la reapropiación de este espacio es pensar también en el espacio público, libre seguro y propio para trabajarlo. Habitar implica también hacer estos lugares físicos –desde la arquitectura y el urbanismo– y simbólicos –la representación en las artes, la cultura, las ciencias, la política– accesible a nosotras, tomarnos en cuenta como personas de acción, es decir, incidir en esos espacios y modificar lo que se necesite modificar para entrar todas. Ser y estar en el espacio es saber que podemos hacer uso de él, pintarlo, decorarlo, hacerlo propio hasta saber que lo que está en él hable de nuestra historia y no la de otros o de nuestra historia vista por otros.
No es una lucha, es reapropiación. Es nuestra participación activa que, como ciudadanía que ejerce sus derechos, se hace presente. Hablar, en cualquier lenguaje y disciplina, es participar, un principio básico que parece revolucionario. La insurrección del habla, del nombrarnos y del estar. Conformar redes y grupos organizados suena a rebeldía, contenernos, respaldarnos en nuestras salidas, en nuestra seguridad durante el uso de la cámara, durante nuestras prácticas y gestiones.
Busquemos modificar los símbolos estáticos donde se encuentra el entendimiento del otro, lo que digamos ahora hará entender a la humanidad mañana: saber ver y saber comprender, esa es una misión de nuestro andar como mujeres audiovisuales. Creo en la educación como potencia, más allá de lo “oficial” o “formal”, de su reducción a un ámbito de competencia donde sólo eres un número, el espacio de perpetuación de roles y encasillamientos que, como madre, aseguró va en contra de las libertades y la seguridad que necesitamos para hoy y para el futuro de las mujeres. Creo en la educación como potencia para la profesionalización, para enseñar a otras personas y en la necesidad de espacios propios para la formación y la autogestión. Formar a otras y otros es formarnos.
El espacio audiovisual es cualquier espacio que sume lo antes mencionado más lo que corresponda a cada realidad, a cada geografía; es cualquier lugar donde se manifieste, exprese y proteste lo necesario para ser representadas en todos los espacios, incluido el no audiovisual.
Por: Nataly Perusquía Chávez
Con formación en Literatura por la Universidad Veracruzana Nataly Perusquia realiza desde hace 5 años la producción y logística del Festival Internacional de Cine Independiente Oftálmica; a la par de llevar la dirección del Festival de Cine Infantil y Juvenil Oftálmica Niños; proyecto dedicado a la participación activa de las audiencias infantiles contribuyendo a la exhibición y formación audiovisual de las infancias. Actualmente cursa la especialidad de Cultura del Buen Trato y Trabajo Comunitario con enfoque en la educación. Ha participado en la Bienal de Educación Artística en el museo de Bellas Artes de la Habana, Cuba, así mismo ha impartido talleres con perspectiva infantil en el IVEC, Instituto Veracruzano de Cultura, y de manera independiente, imparte cursos de diseño de proyectos para niños y jóvenes .
Imágenes por: Erika Benítez @thirdeyeperson
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