A mediados de septiembre después de una larga espera, la plataforma Netflix presentó Lady Bird (2017) la Ópera Prima de Greta Gerwig (Frances Ha, Mujercitas) un drama autobiográfico en la que tanto las hijas millenials como las madres boomers nos podremos identificar.
Es el año 2002 y Christine McPherson es una adolescente de 17 años rebelde que cursa su último grado de secundaria en Sacramento, California. Cerca de la mayoría de edad, “Lady Bird” como se hace llamar, experimenta todas las primeras veces de la vida que la llevan a dar pasos hacia la madurez hasta dejar su vida pasada atrás.
La película comienza con un encuadre de ella acostada de lado con su madre frente a ella, con quien se confronta a lo largo de la película. De principio a fin, su principal objetivo es romper con todo aquello que la semeje con la figura materna.
El personaje protagonizado por Saoirse Ronan es una adolescente diferente a los demás, inconforme con sus raíces y con lo que la rodea, por lo que lucha para realizar sus estudios fuera del estado de California, hasta ser aceptada en alguna universidad de Nueva York, muy lejos de casa. Su estatus social también es rechazado, ya que no solo vive en Sacramento, una ciudad común y corriente, sino que a la vez su barrio no es el “mejor” al igual que su familia. Ella vive en una casa pequeña pasando las vías. Tampoco quiere estudiar en la escuela dónde se graduó su madre, ni ser de grande como ella, todo esto reflejado en su aspecto con un look con cabello rosado; esto y la manera en como lucha por lo que quiere reflejan el carácter determinante de este personaje.
A lo largo de la película, la empatía por “Lady Bird” va creciendo cuando los hechos nos recuerdan a nuestras primeras veces en la vida: su primer novio acompañada por su primer corazón roto, el primer toque, el primer trabajo que te permite comprar tu propia cajetilla, la primera vez que tienes tu identificación la cual avala la mayoría de edad y que sin problemas puedes comprar lo que quieras.
También está acompañado de la incomodidad y el tabú al rededor de la “primera vez” con un chico snob que creemos que es único y diferente y que sobre todo nos “entiende”, pero que resulta que quiere lo mismo que cualquier chico a esa edad y su frialdad en contraste a como percibimos como mujeres la primera relación sexual y lo “especial” que debería ser. La pelea con la mejor amiga, y el romper con tus propios valores solo para encajar en determinado grupo y sentirte aceptada por alguien más mientras se rechaza una misma. Acercarte al chico que te gusta o pertenecer a otro estatus social.
Pero ¿quién no pasó por eso en la época de los 2000? El primer celular a su vez marca una generación que no creció con gadgets, pero sí con la computadora y el gran salto del desarrollo tecnológico, que a su vez fue la renuncia a cosas del pasado como lo era el uso del correo, los posters y las paredes de las habitaciones rayadas, que ya no existen más en nuestro presente y que nos llena de melancolía de aquellos tiempos pasados, porque como Lady Bird, lo dejamos atrás para madurar. Aquello que creíamos nos hacía únicas y diferentes lo abandonamos para poder encajar en la sociedad, como al final Christine presentándose con su verdadero nombre, mostrando la parte que la sociedad acepta pero ocultando la que no nos gusta (mintiendo diciendo que proviene de San Francisco y no de Sacramento).
Entre el personaje principal y su madre, parece que hay una lucha eterna: mientras la adolescencia nos hace sentirnos “mujeres de mundo” (creer que sabemos todo sobre la vida y no necesitamos consejos ni explicaciones de ninguna adulta), la mamá tampoco empatiza con la hija, como ella tampoco lo hacía con su madre alcohólica, dejando entre ver como si la madre de Lady Bird nunca hubiera sido joven alguna vez. El hecho que marca no solo es la pelea, sino una lucha constante que va más allá de lo personal, trascendiendo a lo generacional, las millennials que no empatizamos con las boomers, como las boomers no empatizaban con sus madres y viceversa, pero que al final deja ver que la verdadera razón por la cual seguimos rechazando eso desde pequeñas es porque no queremos volvernos ellas: nuestras madres, con quienes sentimos que tenemos poco en común desde nuestras perspectivas, pero que con el paso de los años, conforme vamos madurando somos más como ellas.
Gerwig con apenas 34 años, estuvo nominada a Mejor Dirección y Mejor Guion Original por parte de los Premios Oscar y ganadora del Globo de Oro a Mejor Película Comedia- Musical con este largometraje.
Escrito por: Ingrid Jigar
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